Querían quitarles su cultura y sus vidas… ¿Cómo no defenderse?

Para los habitantes primigenios de la banda oriental y de Entre Ríos, el río Uruguay no significaba un límite, una separación. Por ello es que charrúas, minuanes, guaraníes, entre otros, habitaban ambas márgenes del río de los pájaros, al decir del cantante, poeta y compositor sanducero Aníbal Sampayo.

Pero no eran pocos los que querían exterminar a los aborígenes, o bien usarlos como mano de obra gratis que, dicho en otras palabras, significa esclavizarlos. Los miembros de los pueblos originarios se revelaron y no se entregaron fácilmente, pero finalmente cayeron bajo las armas de los blancos.

Hay historias muy tristes. Una de ellas que no debe ser jamás olvidada, fue la que vivieran cuatro charrúas. Fue el 25 de febrero de 1833 cuando fueron trasladados, contra su voluntad a Francia estos cuatro charrúas orientales. Ellos eran Vaimaca Perú, Senaqué, Tacuabé, y Guyunusa.

El interés científico que se exponía, cosa que es para dudar en extremo, duró muy poco y rápidamente los charrúas fueron cedidos por Francois de Curel, el responsable de su traslado forzoso, a un circo para su exhibición.

Es así que fueron tratados como si se estuviera ante animales de exposición, obligados a comer carne cruda y vivir en forma más que indigna, sometidos por la fuerza en tierra extraña con una cultura absolutamente diferente y un idioma que no entendían.

Estos charrúas, integrantes de un pueblo con activa participación en las guerras de la independencia dentro del ejército artiguista, y para quienes la vida era concebida sólo en libertad y en su tierra, no tuvieron muchas alternativas para defender su dignidad.

Abandonados, sin nadie que se interesara por ellos, estos guerreros comenzaron su última batalla.

Senaqué murió el 27 de julio de 1833, luego de cuatro días de agonía. El diagnóstico médico estableció fiebre de consumición originada por la desesperación, el aburrimiento y especialmente la nostalgia.

A fines de 1833 Vaimacá, el cacique, siguió la suerte de Senaqué.

En septiembre de 1833 Guyunusa dio a luz a una hija de Tacuabé. Todo hace suponer que el nacimiento de la hija llevó a los padres a aferrarse a la vida. Sin embargo la miseria, las privaciones y los malos tratos terminaron con ellos. La madre ingresó enferma el 22 de julio de 1834 al hotel Dieu de Lyon, falleciendo a las pocas horas.

La situación era escandalosa y frente a denuncias, la policía francesa se decidió a intervenir cuando ya era demasiado tarde. En la ciudad de Lyon, Tacuabé logra huir con su hija dejando sin pistas a la policía. Algunos estudios indican que en 2012 se encontraron documentos que indicaban que la niña, Caroline Tacouavé, murió de tuberculosis como su madre, y que Tacuabé probablemente murió de viejo.

Salsipuedes

La matanza de los charrúas había comenzado antes; más precisamente el 11 de abril de 1831 en Salsipuedes (ROU). En esa fecha las tropas oficiales comandadas por Fructuoso Rivera cargaron contra los charrúas. La historia oficial dice que mataron 40 y tomaron como prisioneros a 300. Más allá de los números, el hecho es considerado como punto culminante del genocidio del pueblo charrúa.

Rivera, en un acto deleznable, traicionó al pueblo charrúa. El jefe oriental tenía buenas relaciones con los caciques. Desde su posición de presidente los convocó y allí fueron Polidoro, Venado, Juan Pedro y Rondeau, con sus mujeres e hijos. Rivera les dijo que el ejército los necesitaba.

Según se sabe. Fueron varios centenares de charrúas a la convocatoria oficial, donde fueron agasajados y emborrachados. En un momento, Rivera le pidió a su “amigo”, el cacique Venado, que le alcanzara su cuchillo para picar tabaco. Allí lo habría matado de un balazo, lo que fue la señal para iniciar el criminal ataque. Eran 1200 los soldados, a los que les resultó fácil con sus armas matar, matar y matar. Los que quedaron fueron llevados a pie a Montevideo y esclavizados, más allá que la matanza continuó cada vez que el ejército nacional, sobre todo las fuerzas al mando de Bernabé Rivera, encontró algún grupo de charrúas, tal ocurriera en Mataojo. Bernabé Rivera fue finalmente muerto por aquellos a los que quería exterminar.

El Semanario “Brecha”, en su edición del 18 de abril de 2007, apuntó: “En la historiografía uruguaya, la masacre del Salsipuedes fue mostrada como una batalla. Pero según la historia revisionista, se trató de la primera de una serie larga de acciones en una campaña de persecución e intento de exterminio de los charrúas en los inicios de la república”.

En Entre Ríos

Pero también se produjo una matanza en Entre Ríos. Esto es razonable porque, en un momento, los límites geográficos impuestos políticamente no existían para los habitantes primigenios. De este o de aquél lado del río Uruguay las tierras eran las mismas, por lo que se las podía habitar más allá de lo que oportunamente se decidiera políticamente.

En la provincia de Entre Ríos hay una ciudad que se llama Victoria. Antes, más precisamente hasta 1829, se llamaba La Matanza. El Cerro de La Matanza se encuentra enclavado al noroeste de la ciudad, en zona de bañados, que antiguamente se conociera como Arroyo de La Matanza.

Durante dos siglos, minuanes, chanáes y charrúas presentaron una dura resistencia a la ocupación española del territorio entrerriano. Hubo intentos de conciliación, que pudieron ser bien intencionados de parte de los indios, que no veían necesidad de guerra cuando no había motivo, pero de parte de los españoles eran argucias para ganar tiempo, o almas si eran miembros de la iglesia los que conciliaban.

En 1750, el gobernador de Buenos Aires, José Antonio de Andonaegui, dispuso una guerra de exterminio con una expedición militar al mando del teniente Francisco Antonio de Vera y Mujica. Se sabe que De Vera y Mujica partió de Santa Fe rumbo a la cuenca del arroyo Nogoyá. Llevaba severísimas instrucciones de acuchillar a cuantos persistan en sus posturas bélicas. El 3 de febrero de 1750 comunicó la derrota del enemigo: el informe denuncia 273 muertos y 339 prisioneros.

Desde entonces, el lugar fue conocido como Cerro de la Matanza, nombre que es mencionado por el obispo Sebastián Malvar y Pinto en documentos de 1779.

Esta matanza marcó el fin del aborigen en la zona que delimitan el Paraná y el Uruguay en su extremo sur.

Es importante recordar esta historia. Hay quienes afirman que la matanza se produjo porque los aborígenes atacaban a los españoles y sus descendientes. No dicen que era razonable que si los invasores querían adueñarse de sus tierras, de sus dioses, su historia, su cultura, sus mujeres, y de ellos mismos, los habitantes originarios se defendieran.